LA MISMA PUTA COSA DE SIEMPRE
Los días aun caen como pedazos de piel sobre las sábanas blancas.
Me imagino en una ventana por donde se observa un paisaje lejano y nos veo -allá a lo lejos- sacando a pasear al perro que adoptamos para disfrazar nuestro temor a ser padres.
Todo sigue siendo distancia.
Nos veo y siento pena. Siento pena de todo lo que fuimos, de todo lo que aún no somos. De todo lo que nunca seremos.
Este simulacro de fuerza no engaña a nadie, esta apariencia de tristeza también es una máscara; dentro de mí, solo estás tú y todas las fronteras que en tu boca ya no disimulan un beso.
Ya no somos nada.
Y digo que siento pena, para que no descubran las lágrimas que sostengo entre mis párpados, para que no intuyan cuántas veces he escrito estas líneas con la esperanza de que todo sea un sueño, una ficción de escritora frustrada. Pero no, aquí estoy, de nuevo hablando del amor, del amor ausente, del amor fronterizo, de esa patria que se esconde en el hombre que aún no conozco.
Esto no es una ficción, es vida, vida que se me pierde pensando en vos.
No estás a mi lado, no te abrazo cuando todo anuncia vacío, no te sostengo en las horas de trabajo. No...
No estás conmigo.
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