LA CAMA







La cama tirita masturbaciones inservibles
de una mujer que alimenta con sus dedos
el cuerpo expatriado de la ausencia.

La cama recita arroz con leche 
como una niña
que mece en su calzón
la leche del hombre.

La cama reza como una monja
que ha descubierto el paraíso
en la flor corpórea 
del crucifijo infértil.

La cama arde como un hermafrodita
que quema el sustantivo de su pelo
para llamarse hembra 
delante del padre.
Cenizas de amor  en la alfombra.


La cama se extingue y junto a ella
 las voces de las sombras
que nos alquilan su anonimato
para sobrevivirnos.

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