AMOR DE TUBERÍAS




Amor, te escribo sin razón, igual que siempre. 
Acaricio las muñecas de papel que hice con tus cartas imaginarias. Aquí todo es imaginario. Yo misma soy solo una mancha en la pared que tiene más una forma de perra que una mujer sin ovarios.
Aún cabalgo tu recuerdo como si fuera una llama que arde debajo de una lata de porotos en donde mi abuela guardaba su dentadura postiza y un crucifijo con olor a carne cruda.
Nada ha cambiado.
La pared del fondo aún tiene la gota de sangre de nuestra primera vez y el piso sigue siendo un gato en estado de gestación eterna. Camino sobre fetos de animales y agradezco su compañía. La única compañía que me queda después de encontrarme dentro de mi locura.
Sigo preguntándome porqué te fuiste. Nuestro amor era la conjugación perfecta entre infancia desastrosa y futuro imposible. Vivíamos el presente como un tumor que podía ser extirpado en cualquier momento en que la vida se cansara de exhalarnos desde una máquina eléctrica.
Aquí todo huele a palomas podridas debajo de las tablas, a abejas cancerígenas adheridas al jabón de miel,  a desamor pegado como recordatorio en la refrigeradora. 
Amor, las cosas tristes se mantienen para recordarte. Para decir que pese a todo este suicidio premeditado de la belleza, hubo algo más trascendente que mi tráquea calcinada por palabras que solo existieron en el paraíso de la memoria.
Amor, las cosas bellas se esconden detrás del horror de la vestimenta. Se disfrazan de inodoros llenos de soledad fecal, de pus que espera un beso que la santifique, de vómitos fluyendo del único vientre amado.
Y yo te amo. Te amo con toda la bestialidad de las ratas que fornican en las tuberías, con la ansiedad de un preso que se frota en  una pared que imagina como un miembro sudoroso. Te amo tanto que mi cuerpo es la cloaca en donde permanecen los residuos de esos seres que fuimos hace tanto tiempo.
Amor, te escribo sin razón, igual que siempre.
Soy una rata escondida dentro de tu ropa: Tu corazón es una trampa. 
Amor. Soy una cabeza de roedor que habla en tu boca: Sufres de delirio de persecución.
La sombra de nuestro rostro te saluda desde el espejo.

Me escribes esta carta convencido que siempre fuiste yo...



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