A MI VENADO



El amor es un venado oculto en las flores de manzanilla. Es el vómito que convulsionas del frigorífico de tu vientre. Los silencios son ofrendas que arrojamos a manos que salen de la tierra como una película de zombies; realmente es el cielo que molemos como granos de café y ofrecemos, como líquido, a nuestro padre.

Amo el silencio como a un niño bastardo que corre detrás de una camioneta. Me amo de manera compulsiva e histriónica, como  pájaro amarillo picoteando un girasol que sale de la oreja de la noche: Un dado se mueve inagotablemente como centro de un sistema solar que se revela cada vez que alguien intenta ponerle nombre.
-Somos indefinibles- Siempre murmuras eso, mientras tocas una guitarra parecida al lomo de un caballo que cayó muerto cuando escuchó que sus pezuñas no eran el mar.
Para qué definirse, sigues diciendo, y cortas de nuevo los cuernos del venado, los llevas a tu boca como si fueran una armónica, y emites un sonido que se parece a mi cabeza cuando rueda por el campo de fútbol.

Somos poetas-te digo- Entonces sujetas de tus brazos, te balanceas como ropa mojada en una cuerda y sigues gritando que eres manzanilla que nace del centro de una taza azul.  Después me preguntas: 

Para qué definir la coartada del sufrimiento.

Hago caer una hoja de papel en el suelo  y ahora te crees muerto. Pero solo escribes...


Ya no diré más lo que eres...venado mío.

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