Aclaración al hombre que cuida de un rebaño

Oh, niño.
 Pronuncias el camino con miedo a hacerme daño y yo sonrío. Sonrío recostada en una cama de vidrio mientras observo una pared carcomida por las polillas nodrizas de mis pasos.
Oh, niño, niño.
Temes hacerme daño y yo disipo la niebla que habita en mis ojos. Sabes que uno puede hacer el hogar, en el sitio de la huida. Reconocer el exilio como la sonoridad de su temperamento que a menudo es un frasco con rosas muertas. Carcomidas por el gusano de la conciencia.
Oh niño.
Tienes miedo de apagar mi inocencia. Y estas garras que te presionan con fuerza,  las tengo desde que aprendí a escribir con nictógrafo, la sangre que solo puede derramarse en la oscuridad de la ceniza.
La herencia de la noche nos hace culpables a todos.
Oh, niño.
Quieres cuidarme, dices. Lo dices como el pastor de un rebaño que cuida a ovejas muertas. Sí, yo, el lobo oculto detrás de la cerca que pusiste para protegerme.
Oh, niño, niño
Dices que soy como una niña. Y te doy la razón. Mi cuerpo es la cárcel de una niña asustada que sigue gritando, continúa huyendo y escribiendo en el filo de las paredes la memoria de sus muertos.
De todos sus muertos degollados como un rebaño. Soy un lobo que aúlla a la luna congelada en la pupila de un niño que tiene miedo de perderme.

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